3 nov 2013

El primer párroco de Juan Ortiz


Cuando llegaron los Padres, Juan Ortiz, hoy Capitán Bermúdez, era una pobre aldea, dependiente del distrito de “Villa Cassini”, compuesto por un millar de habitantes dispersos en casitas por los campos .
La mayoría de ellos, abruceses y napolitanos, trabaja duramente sus campos para sobrevivir y pocos afortunados (no más de trescientos) trabajan en la papelera local: “Celulosa Argentina”.
Como la iglesita dedicada a San Roque carece de una habitación para el sacerdote, los Padres se acomodan en lo que después sería la Comisaría, en la avenida San Lorenzo, compuesta por dos cuartitos y una pieza.
En la casa falta el agua y los Padres la sacan de los vecinos o de la fuente pública y, careciendo también de cocina, se sirven de un brasero para cocinar un poco de pasta o de verdura. 
Varias veces al día, para llegar a la iglesita, deben recorrer un trecho de camino de alrededor de tres kilómetros, barroso o polvoriento, según las estaciones, y nadie se resiente más que el P. Pirozzi que, ya en Buenos Aires, tenía dificultad para caminar o para hacer la genuflexión.
A estas incomodidades se agrega la indiferencia inicial, casi total, de los habitantes que, sin sacerdote por años, han perdido en gran parte la buena costumbre de participar de la Misa dominical.
La situación para nada confortable no hace vislumbrar un cambio inmediato. Después de cerca de dos meses, mientras el P. Pirozzi reza y se sacrifica por el éxito de la misión, los otros dos componentes la Comunidad hacen llegar sus quejas al P. General, todavía en Buenos Aires; y éste, después de madura reflexión, piensa en hacerlos volver a todos a Buenos Aires. Pero el P. Francisco Salerno, ciertamente inspirado por el Señor, se ofrece voluntariamente para transladarse a aquella Comunidad. A su llegada a Juan Ortiz, la pequeña Comunidad, si bien sostenida económicamente por la de Buenos Aires, se reúne en la oración y en el sacrificio y encuentra la fuerza para resistir y progresar.
La Divina Providencia se sirve del Ingeniero Silvio Gagliardi, director de la “Celulosa”, que les construye una casita decente junto a la iglesia donde, el 8 de diciembre de 1938, después de la bendición del Obispo, los Padres van a vivir.
En esa oportunidad, la Comunidad de Buenos Aires envía como representante, al P. Salvador Guida, al que, faltando una cuarta habitación, el P. Pirozzi le ofrece hospitalidad en la suya. Esto es lo que reflexionaba el P. Guida:
“Me acosté, pero el P. Pirozzi no aparecía. Hacia la medianoche sentí ruidos y me desperté. Era el Padre que buscaba algo en el armario. Le dije: ‘Padre, ¿no se acuesta?’ Respondió: ‘Usted duerma tranquilo; yo debo arreglar algunas cosas en la iglesia’.
“Al día siguiente, despertándome, vi que su cama estaba vacía y noté que el Padre no había dormido en toda la noche. No le pregunté el motivo, no era necesario; había quedado velando y rezando toda la noche, para agradecer al Señor la gracia de la nueva Casa” .
Aquella casita contigua a la iglesia, marca el inicio urbanístico de Juan Ortiz, porque un constructor, el Sr. Ventura, poco después construye su casa en la calle San Lorenzo a la cual, bien pronto se le agregan otras.
Si bien ahora los Padres ya no están solos, sienten siempre la estrechez económica. No pudiendo contar con sus parroquianos, que apenas ofrecen dos o tres intenciones mensuales de Misas, están obligados a ir todos los días a Rosario, distante 38 kilómetros entre ida y vuelta, para celebrar en la Catedral o en cualquier otra iglesia, mientras el P. Pirozzi que, a fines de 1938 ha sido nombrado párroco de Juan Ortiz, va frecuentemente a golpear al corazón de dos familias pudientes de Villa Cassini (los Minotti y los Cassini), y recibe alimentos que comparte con alguna familia necesitada de la parroquia.

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