La devoción del P. Pirozzi por la Virgen, especialmente bajo el título de los Dolores, es tierna y sentida.
“Se manifiesta -como atestigua la Sra. De Bressa- ya cuando se lo escucha hablar y no pierde oportunidad para recomendar el valor de esta devoción”.
Recita personalmente todos los días la corona del rosario completa y los sábados se priva, en su honor, de beber aún un vaso de agua fuera de la mesa.
En las diversas fiestas marianas litúrgicas y de la Congregación, adorna con flores y velas su altar y expresa incluso externamente la alegría que tiene al honrarla.
Cuando canta el “Ave Maria”, su canto es tan dulce y afectuoso que muchos, especialmente en Juan Ortiz, corren a escucharlo aún los que habitualmente no frecuentan la iglesia.
En su dirección espiritual y en sus escritos inculca a menudo la devoción a María y explica su necesidad para santificarse y los medios para practicarla. Entre otras cosas exhorta a escuchar sus santos consejos que nacen de un Corazón de Madre que desea nuestro bien.
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