He aquí lo que propongo en estos santos y espirituales ejercicios para hacer en el futuro, siempre con la ayuda de la gracia divina, sin la cual no haré ni podré hacer nada, y con la intercesión de mi Madre dulcísima y santísima y con la protección del patriarca San José y de mi Venerable Padre Fundador Cayetano Errico.
1º. Contra la falta en la meditación, procuraré todo lo posible no faltar jamás a la meditación, ya que ésta es, después de la santa Comunión, el alimento de nuestra alma. En cuanto a la meditación de la mañana, propongo levantarme todos los días a las cuatro para hacer en mi habitación una hora de meditación, y la de la tarde, casi siempre a las seis y media, la haré en la capilla o en mi habitación, y, cuando no puedo hacerla a esta hora, después del examen general de conciencia.
2º. Contra la falta de silencio, procuraré todo lo posible observarlo del mejor modo posible, ya que él es un freno para custodiar mi lengua y no hacerla caer en tantas faltas; no ir sin motivo a la habitación del Padre rector ni al jardín. En el corredor intentaré no levantar la voz y jamás llamar a alguno desde lejos. En la iglesia y en la sacristía haré todo lo posible, pondré toda mi buena voluntad, para no decir ni siquiera una palabra y, cuando por necesidad deba avisar cualquier cosa al sacristán, se la diré en voz bajísima. En la iglesia, cuando deba trabajar con los otros, intentaré no preguntarles nada. Así también en el coro, cuando deba ponerme de acuerdo, evitaré toda palabra inútil. Fuera de la recreación, después del almuerzo y después de la cena, generalmente hablaré en voz baja con los otros.
3º. Contra la falta de modestia, intentaré observarla en todos los actos de mi vida, especialmente no mirando a nadie al caminar; estando bien compuesto al estar sentado; evitando, al hablar, cualquier palabra aunque sea mínimamente equívoca; alimentándome, no comeré con avidez, como si no hubiera comido desde quién sabe cuántos días, sino con moderación; en los ojos, haciendo todo lo posible por no mirar a ciertas personas que podrían suscitarme malos pensamientos; en las manos, no dando la mano a quien podría hacerme venir sucios y malos deseos. Contra la inconstancia al observar las Reglas, haré todo lo posible para observarlas bien y siempre. Pensaré cada día en la eternidad y en la brevedad de la vida, ya que estos dos pensamientos son eficaces para hacerme observar siempre y bien mis santas Reglas.
4º. Contra la falta de caridad fraterna, a lo cual he faltado frecuentemente en el pasado, propongo lo que sigue: 1) Evitaré a toda costa la murmuración, sea contra mi P. General, sea contra mi P. Rector, sea contra mis hermanos, sea contra mi prójimo. 2) Trataré a todos con gran afabilidad, caridad y gentileza. 3) No usaré ninguna palabra descortés con quienquiera que sea; no diré ninguna palabra aún mínimamente ofensiva. 4) Siempre miraré a los pobrecitos como a la persona de Jesucristo. 5) Tataré de ayudar a todos aquellos que pueda. 6) Encomendaré en mis oraciones al Señor a todos mis hermanos, amigos y personas queridas. Cuando alguno me habla con modo descortés, siempre buscaré responderle con dulzura, caridad y amabilidad, ya que la caridad es la reina de todas las virtudes y recomendada de modo particular por nuestro Divino Salvador Jesucristo.
6º. Contra la falta de estudio, procuraré ser muy amante del estudio: estudiando cada día de la semana una ciencia que estoy obligado a saber, por ejemplo: el lunes Teología moral; martes Dogmática; miércoles Derecho Canónico; jueves Sagrada Escritura; viernes Liturgia; sábado Catecismo grande. Y ello, todas las mañanas hasta el mediodía; después, durante el resto de la jornada, estudiaré lo que más me interesa.
7º. Contra la falta de paciencia, procuraré no alterarme más; sufriré en paz todas aquellas palabras que me ofenden; no responderé con palabras ofensivas a quienquiera que sea; estaré sereno y tranquilo incluso cuando me traten de miserable, procurando ser con todos afable y dulce, no sólo cuando son respetuosos conmigo, sino también y mucho más cuado me traten mal y de modo descortés. Ya que este es el modo de ganar a todos y llevarlos a nuestro Señor Jesucristo.
8º. Contra la falta de conformidad a la voluntad de Dios, intentaré desde hoy en adelante ajustarme a la santa voluntad del Señor. Todo lo que me acontece, sea que me cause alegría o dolor, honor o desprecio, carcajada o llanto, lo reconoceré como venido de las manos de Dios y la primera cosa que diré será: «Santa voluntad de Dios», y a quien le sucede una desgracia o me cuente una cosa triste sucedida, yo no le diré «¡Oh! Lo lamento mucho» o «¿Cómo es posible?», sino «Debemos hacer la santa voluntad de Dios, que todo lo permite para nuestro bien». Cuando una persona se encomienda a mi oración para obtener una gracia temporal, no le diré simplemente: «¿Cómo no?, rezaré con todo el corazón», sino «rezaré con todo el corazón al Señor para que, si está de acuerdo a su santísima voluntad, le conceda rápidamente la gracia».
9º. Contra la falta en el trabajo, procuraré desde hoy en delante de no escaparle. Por tanto jamás renunciaré a confesar ya sea cuando haga mucho calor como mucho frío; sea cuando hay mucho o poco para confesar. Jamás daré a los otros el encargo de administrar los Sacramentos y asistir a los moribundos, cuando la ocasión se presenta a mí y no a los otros. Y si los otros se muestran poco voluntariosos para abrazar la molestia, la abrazaré yo con toda satisfacción y con toda la buena voluntad.
10º. Contra la falta de sacrificio, procuraré saber sacrificarme en el tiempo oportuno; por tanto, cuando se trata de trabajar para la gloria de Dios y por el bien de las almas, no repararé en el cansancio ni en el sueño ni en el hambre ni en el frío ni en el calor ni si es de noche o de día ni si es temprano o tarde ni si llueve o hay buen tiempo. Para saber sacrificarme, pensaré especialmente en el acto del sacrificio, en la brevedad de la vida y en la eternidad.
11º. Contra la falta de diligencia, procuraré desde hoy en adelante atender lo más que me sea posible a la gloria de Dios y a la salud espiritual de las almas, predicando, exhortando, aconsejando, advirtiendo siempre que se presente la ocasión favorable.
Mi querido y dulce Jesús, acepta estos propósitos hechos a vuestros pies. Los pongo en vuestro Corazón dulcísimo. Haz que yo los ponga en ejecución solamente para vuestra gloria. Madre mía dulcísima, por vuestros inmensos dolores haz que estos propósitos que yo he hecho no sean inútiles, sin ejecución, sino que yo los cumpla fielmente hasta mi muerte para complacer a Jesús y a Ti. Mi protector San José, ruega mucho por mí a fin de que sea fiel a mis propósitos. Venerable Padre Cayetano Errico, ruega mucho por mí para que ponga en práctica estos propósitos para ser digno hijo vuestro y salvar y santificar mi alma. A.D.M.G.
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