Sacerdote profeso de la Congregación de los Misioneros de los Sagrados Corazones de Jesús y de María.
20 ene 2014
100 Años con Pirozzi en Argentina!
El 3 de enero de 1914, el P. General destina al P. Pirozzi a la Comunidad argentina. A lo que el P. Pirozzi exclama: “¡Estoy listo para la obediencia!”.
Después de una breve estadía en Roma para pedir la bendición del P. General y una oración en la tumba de S. Alfonso en Pagani , la tarde del 7 de marzo de 1914, se embarca en la nave “Alice” acompañado al puerto por un grupo de amigos y por el P. Pennino que, considerando la larga travesía, lo ha provisto de “huevos, coñac, chocolate y caramelos azucarados”. Al saludarlo, pues, lo exhorta a pedir, durante el viaje, “cuanto pueda necesitar, sin escrúpulos”, y, para mayor seguridad, hace deslizar en manos del “primer camarero de a bordo”, una generosa propina (para aquel tiempo) de diez liras, pidiéndole prestarle atención.
Es de noche cuando la nave despega del puerto y, hasta que las distancias lo permiten, se entrecruzan y siguen confusamente gritos de dolor, recomendaciones y mensajes. Cuando Nápoles desaparece de la vista de los que parten, se nota en el rostro de todos de una tristeza sombría. Sólo el P. Pirozzi está tranquilo y agradece al Señor que le permite realizar un viejo sueño.El P. Pennino al comunicar la partida al P. General, escribe: “Pido al Señor que le dé un viaje próspero y le haga hacer un inmenso bien para nuestra Congregación, donde llegue”.
Lamentablemente el viaje no le fue próspero, porque los veintidós días sufrió continuamente el mal de mar (comenzado ya en el puerto de Nápoles), que le impide comer y sobretodo celebrar cada día la Santa Misa, como hubiera deseado. Pero, llegado a Buenos Aires, para nada desanimado, escribe: “Para la gloria de Dios y el bien de la Congregación, es necesario afrontar cualquier sacrificio”.
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