Mientras él comienza el estudio del español con el vice-Cónsul de España en Nápoles , el P. Pennino consigue cuanto podrá serle útil. Al notar que la ropa interior es extremadamente reducida, le reprocha suavemente. Pero el Padre responde: “Me basta una sola muda de ropa interior y una sotana limpia, aunque sea vieja y remendada” .
Esta mentalidad lo acompañará toda la ...vida.
Después de una breve estadía en Roma para pedir la bendición del P. General y una oración en la tumba de S. Alfonso en Pagani , la tarde del 7 de marzo de 1914, se embarca en la nave “Alice” acompañado al puerto por un grupo de amigos y por el P. Pennino que, considerando la larga travesía, lo ha provisto de “huevos, coñac, chocolate y caramelos azucarados”. Al saludarlo, pues, lo exhorta a pedir, durante e1 viaje, “cuanto pueda necesitar, sin escrúpulos”, y, para mayor seguridad, hace deslizar en manos del “primer camarero de a bordo”, una generosa propina (para aquel tiempo) de diez liras, pidiéndole prestarle atención.
Es de noche cuando la nave despega del puerto y, hasta que las distancias lo permiten, se entrecruzan y siguen confusamente gritos de dolor, recomendaciones y mensajes. Cuando Nápoles desaparece de la vista de los que parten, se nota en el rostro de todos de una tristeza sombría. Sólo el P. Pirozzi está tranquilo y agradece al Señor que le permite realizar un viejo sueño .
El P. Pennino al comunicar la partida al P. General, escribe: “Pido al Señor que le dé un viaje próspero y le haga hacer un inmenso bien para nuestra Congregación, donde llegue” .
Lamentablemente el viaje no le fue próspero, porque los veintidós días sufrió continuamente el mal de mar (comenzado ya en el puerto de Nápoles), que le impide comer y sobretodo celebrar cada día la Santa Misa, como hubiera deseado . Pero, llegado a Buenos Aires, para nada desanimado, escribe: “Para la gloria de Dios y el bien de la Congregación, es necesario afrontar cualquier sacrificio”.
Esta mentalidad lo acompañará toda la ...vida.
Después de una breve estadía en Roma para pedir la bendición del P. General y una oración en la tumba de S. Alfonso en Pagani , la tarde del 7 de marzo de 1914, se embarca en la nave “Alice” acompañado al puerto por un grupo de amigos y por el P. Pennino que, considerando la larga travesía, lo ha provisto de “huevos, coñac, chocolate y caramelos azucarados”. Al saludarlo, pues, lo exhorta a pedir, durante e1 viaje, “cuanto pueda necesitar, sin escrúpulos”, y, para mayor seguridad, hace deslizar en manos del “primer camarero de a bordo”, una generosa propina (para aquel tiempo) de diez liras, pidiéndole prestarle atención.
Es de noche cuando la nave despega del puerto y, hasta que las distancias lo permiten, se entrecruzan y siguen confusamente gritos de dolor, recomendaciones y mensajes. Cuando Nápoles desaparece de la vista de los que parten, se nota en el rostro de todos de una tristeza sombría. Sólo el P. Pirozzi está tranquilo y agradece al Señor que le permite realizar un viejo sueño .
El P. Pennino al comunicar la partida al P. General, escribe: “Pido al Señor que le dé un viaje próspero y le haga hacer un inmenso bien para nuestra Congregación, donde llegue” .
Lamentablemente el viaje no le fue próspero, porque los veintidós días sufrió continuamente el mal de mar (comenzado ya en el puerto de Nápoles), que le impide comer y sobretodo celebrar cada día la Santa Misa, como hubiera deseado . Pero, llegado a Buenos Aires, para nada desanimado, escribe: “Para la gloria de Dios y el bien de la Congregación, es necesario afrontar cualquier sacrificio”.
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