12 oct 2013

Llamado a las armas


Al encontrarse en “Colegio Benito Nazar”, él tiene una óptima impresión y escribe: “Estoy en un Colegio de la ‘Preservación de la fe’ que es realmente una magnificencia y, quizás, sin exageración, es uno de los primeros de Buenos Aires por su construcción. Están las clases elementales, la escuela de dactilografía, de telegrafía y de carpintería mecánica. Nuestra tarea es la de enseñar todos los días e1 Catecismo a los colegiales que son, por ahora, más de 550, confesarlos en cada primer domingo del mes y preparar, a su tiempo, a los más pequeños para la primera Comunión”. La primera Comunión se realiza por primera vez en el Colegio para la fiesta de San Luis Gonzaga y el P. Pirozzi escribía: “La función resultó realmente espléndida, tanto que la misma Presidente confesaba que en ningún otro Colegio se realizaba una función tan solemne y bella y, todavía no deja de felicitarnos. Fue bello y conmovedor ver más de 130 chicos recibir, por primera vez a Jesús Sacramentado, preparados con un discursito por el P. Di Silvestro. Esperamos que los Santísimos Corazones de Jesús y de María quieran bendecir siempre más nuestros esfuerzos, a fin de que todo pueda redundar para su gloria, para la salvación de las almas y el bien de nuestra Congregación” .
Al mismo tiempo, mientras e1 P. Dolciame aprende dactilografía para enseñarla, el P. Pirozzi estudia intensamente castellano, y es tal el empeño que, en el mes de junio, ya empieza a escuchar las confesiones de los niños y en julio ya imparte media hora diaria de Catecismo.
“Aquí -escribe- cada uno debe trabajar, quién más y quién menos; cada día se explica el Catecismo a los colegiales, que son más de 700, se confiesa mucho y, de tanto en tanto, no falta ocasión para algún discursito en castellano. ¡Que nuestros pobres esfuerzos contribuyan siempre para glorificar a los Corazones Santísimos de Jesús y de María y para hacer bien a las almas y a nuestra Congregación!”.
Pero, mientras intenta adaptarse al nuevo trabajo, debe retornar a Italia, llevada a la guerra por la Europa en llamas .
Lanzada la movilización general, su clase es llamada a las armas y el 2 de diciembre de 1915, después de apenas dieciocho meses de vida argentina, vuelve a Italia .
Presentándose en el Distrito Militar de Roma, es asignado a la IX Compañía de Sanidad y, vistiendo el uniforme militar, es enviado a prestar servicio en el Hospital militar “Vittorino da Feltre”. La vida es dura. Está obligado a las instrucciones internas, a las ejercitaciones externas y a realizar la guardia.
Afortunadamente para él, después de apenas un mes es trasladado al hospital militar de reserva “Santa Elena” (en via Giusti 21) donde la vida cambia completamente.
El hospital, que puede hospedar a aproximadamente cincuenta heridos, se ha logrado gracias a algunos locales puestos a disposición por las Hermanas Misioneras Franciscanas. Las Religiosas, junto a los locales han ofrecido su asistencia gratuita a los heridos, pero han pedido la presencia de un sargento y dos soldados como ayudantes de sanidad. El P. Pirozzi es uno de éstos.
Aquí el poco trabajo, sin la obligación de los ejercicios e instrucciones, le permite dedicarse con asiduidad a la cultura y a la vida espiritual. “He pasado -escribe- del establo a las estrellas, como suele decirse... La jornada, cuando ya he escrito aquellas pocas cosas que tengo que escribir, la paso leyendo, estudiando y recitando oraciones. Espero quedarme hasta el fin de la guerra, lo que me parece un poco difícil, porque de un momento a otro, pueden trasladarme destinándome quién sabe donde” .
Como las Religiosas, todas francesas, usan su idioma en las oraciones comunitarias, de las que siempre participa el P. Pirozzi, la Superiora lo anima a estudiar francés, y se ofrece gentilmente para enseñárselo.
Después de apenas un mes, su “maestra”, alabando su aprovechamiento, exclama: “Ahora podrá leer en la capilla las oraciones y la novena, mientras tanto se ejercitará hablando conmigo en francés”.
Después, con el tiempo, la Superiora lo invita a confesar a las Religiosas y a dirigirles exhortaciones durante los Retiros espirituales.
Más tarde, el conocimiento de este idioma le servirá para escuchar confesiones en francés, en Buenos Aires.
Cuánto tiempo se ha quedado en el hospital “Santa Elena” no se ha dado a conocer; sólo sabemos que e1 20 de enero de 1919 se encuentra en Nápoles en la sección de Medicina, en la plaza Dante y que, sin fiebre, saldrá en breve.
El 20 de marzo es enviado a casa con licencia ilimitada, esperando el alta que le llegará el 16 de agosto con la certificación “de haber tenido buena conducta y de haber servido con fidelidad y honor a la Patria” .
Ahora, libre finalmente de la obligación militar, puede volver a la Argentina. El 28 de agosto, después de haber participado en un curso de Ejercicios espirituales en Secondigliano, llega a Buenos Aires con la nave “Tommaso di Savoia”. Viaja con él el P. Pascual Rennella.
También esta vez sufre no poco durante la travesía, a pesar del mar casi siempre tranquilo. Puede celebrar apenas dos veces y, durante veinticuatro días, está obligado a dormir siempre en una silla, a causa de las chinches que se han alojado en las cuchetas.
“Se reclamó -escribe-, se acudió al Comisario, pero no se concluyó nada. Ahora, gracias a Dios, estoy muy bien y en pocos días he recuperado rápidamente la salud”



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