Que el P. Pirozzi sea un buen religioso lo admiten todos, en la Comunidad y fuera de ella.
Hay, sin embargo, un momento particular de su vida en el que él se propone no sólo ser bueno, sino santo. Esto ocurre en abril de 1927 durante un curso de Ejercicios espirituales en la Casa de los Padres Redentoristas en Bella Vista (prov. de Buenos Aires).
Había estado ya en 1924 y allí “había encontrado gran provecho espiritual” sea “por el clima, la soledad y la observancia regular”, como por el ejemplo recibido de “una Comunidad de Padres y de Hermanos, uno más virtuoso que el otro”. Por eso escribía: “En aquellos días el Señor me dio una abundancia tal de pensamientos, por lo que no hice más que meditar y escribir, después de la celebración de la Misa y de la recitación del Breviario. Vi el jardín sólo dos veces, prefiriendo más escribir que pasear”.
No sorprende si retorna allí en 1927, e iluminado esta vez de modo más intenso por el Señor, propone: “No quiero más vivir como he vivido hasta ahora: quiero cambiar de vida” y fórmula los propósitos que deberán mejorar su vida de religioso y sacerdote.
Y entonces se pregunto: 1º) ¿Quiero o no quiero hacerme santo? 2º) ¿Lo digo de verdad o para satisfacerme a mí mismo? 3°) ¿Cuándo empezaré a hacerme santo? 4º) ¿Que debo hacer para hacerme santo? 5º) ¿Por qué debo hacerme santo?
Lindas preguntas para preguntarnos a nosotros mismos en nuestros momentos de oración con Dios: pidiendo la Gracia a través de nuestro querido Siervo de Dios:
"Padre Santo, glorifica a tu Siervo Pascual Pirozzi, y concédenos por su intercesión la gracia que necesitamos".
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